Por Alberto Elisavetsky – ODRLA.com
 
La historia humana está marcada por una constante: cada avance tecnológico generó resistencia antes de convertirse en parte natural de nuestra vida. Desde la rueda hasta Internet, desde la imprenta hasta la telefonía móvil, la reacción inicial ha oscilado entre el asombro, el temor y la negación. Sin embargo, con el tiempo estos avances demostraron ampliar capacidades, multiplicar oportunidades y fortalecer procesos sociales y profesionales.
 
Hoy atravesamos un momento similar con la Inteligencia Artificial (IA) aplicada a la negociación y la mediación. Muchos profesionales la miran con recelo:
¿Puede la IA comprender la complejidad humana?
¿No amenaza nuestro rol como mediadores o negociadores?
¿Es ético usarla?
 
Estas preguntas son legítimas. Pero, como en cada revolución tecnológica anterior, la clave está en cómo la incorporamos y no en temer que llegue.
 
 
1. El factor humano: de la desconfianza al acompañamiento tecnológico
 
La resistencia actual tiene raíces profundas. Tememos lo que no controlamos y dudamos de aquello que parece “saber demasiado”. El mediador, formado en la escucha, la empatía y el análisis sutil, confía en sus habilidades humanas —y con razón—. Pero este orgullo profesional a veces se transforma en una barrera que impide ver que la IA no compite, sino que colabora.
 
La IA no siente emociones, pero ayuda a gestionar mejor las nuestras y las de las partes. No toma decisiones, pero contribuye a pensar alternativas. No sustituye al mediador, pero lo potencia.
 
 
2. La comparación histórica: cada revolución encontró detractores
 
Cuando surgió la rueda, algunos la consideraron innecesaria.
Cuando llegó la imprenta, dijeron que destruiría la cultura.
Cuando apareció la computadora personal, vaticinaron el fin del trabajo humano.
Cuando nació Internet, muchos aseguraron que “nadie querría comunicarse a través de una pantalla”.
 
Hoy nadie imagina el mundo sin esas herramientas.
 
La IA para la resolución de conflictos está siguiendo exactamente el mismo camino: primero desconfianza, después curiosidad, y finalmente adopción masiva.
 
 
3. IA como asistente: qué puede hacer realmente
 
En los procesos de negociación y mediación, la IA puede:
  • Ayudar a organizar información compleja, clasificando intereses, posiciones y alternativas.
  • Simular escenarios y proponer opciones creativas que las partes no habían considerado.
  • Analizar discursos y detectar patrones comunicacionales que pueden mejorar el proceso.
  • Generar borradores de acuerdos más claros y equilibrados.
  • Optimizar el tiempo del mediador, permitiéndole concentrarse en lo estrictamente humano: la relación, la confianza, la construcción de sentido.
 
Ninguna de estas funciones reemplaza la sensibilidad, la intuición o el criterio profesional del mediador. Las expande.
 
 
4. El punto clave: la IA no es un mediador. Es una herramienta.
 
Al igual que la rueda no fue un transportista, la imprenta no fue un escritor y el correo electrónico no fue un diplomático, la IA no es un mediador.
Es un asistente poderoso para quienes sí ejercen ese rol.
 
Lo verdaderamente disruptivo no es la tecnología, sino la actitud del profesional frente a ella. La IA requiere mediadores capaces de dirigir procesos con más información, mayor precisión y nuevas posibilidades. El talento humano es irremplazable, pero puede trabajar mejor cuando tiene un aliado tecnológico.
 
 
5. La oportunidad histórica para nuestra profesión
 
Estamos en un punto de inflexión. La IA aplicada a la negociación y la mediación no es un lujo futurista: es un nuevo estándar profesional.
Quienes la incorporen estarán:
  • más preparados,
  • más actualizados,
  • más alineados con las expectativas sociales,
  • y más capaces de ofrecer procesos eficientes y humanamente significativos.
 
El desafío no es tecnológico. Es cultural.
Como en cada etapa de nuestra historia, resistir el cambio no detendrá su llegada, pero sí puede dejarnos atrás.
 
 
Conclusión
 
Aceptar la IA como aliada en la negociación y la mediación no implica renunciar a lo humano, sino protegerlo.
Nos permite concentrarnos en lo esencial: acompañar a las personas en sus conflictos con claridad, creatividad y presencia.
 
La humanidad siempre avanzó cuando se animó a combinar su talento con nuevas herramientas.
Hoy nos toca dar ese paso.
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