La mediación: la herramienta silenciosa que sostiene la paz en un mundo que no sabe escuchar

Estamos en la mitad del Programa de Formación en Mediación con Certificación Internacional IMI, dirigido por el Dr. Alberto Elisavetsky, y es para mí  es un hito personal y profesional.

La clase impartida por la Dra. Alicia Millán, sobre la negociación,  no fue simplemente una sesión más del curso: fue un recordatorio profundo del propósito que sostiene esta profesión y del papel transformador que la mediación puede ejercer en nuestras sociedades.

La mediación no es un procedimiento alternativo. No es un “plan B”. Es una necesidad estructural en un mundo saturado de conflicto, ruido y agotamiento emocional.

Un contexto que exige nuevas herramientas

Vivimos en un entorno donde los conflictos crecen más rápido que nuestra capacidad institucional para gestionarlos: relaciones laborales quebradas, familias fragmentadas, empresas tensas, comunidades polarizadas.

Los tribunales están saturados. Los plazos se eternizan. Las personas se sienten desamparadas.

Y entre esa maraña de tensiones aparece una figura silenciosa pero poderosa: el mediador.

Un profesional que no dicta soluciones, sino que facilita que las personas recuperen su autonomía de decisión. Un puente entre posiciones aparentemente irreconciliables. Alguien que devuelve humanidad a las conversaciones difíciles.

La mediación: competencia esencial del siglo XXI

Quien aprende mediación, aprende mucho más que una técnica. Desarrolla capacidades que son estratégicas en cualquier ámbito profesional:

  • Escucha activa y profunda.

  • Reformulación y clarificación.

  • Regulación emocional.

  • Gestión de intereses, no de posiciones.

  • Negociación colaborativa.

  • Mirada sistémica.

En un mundo donde muchas personas “oyen”, pero pocas “escuchan”, estas habilidades marcan la diferencia.

Y la mediación, además, se ha vuelto global: las diferencias ya no tienen fronteras, y el lenguaje del acuerdo es el único idioma común.

La enseñanza de la Dra. Alicia Millán: un privilegio

La clase de la Dra. Alicia Millán fue un lujo intelectual, técnico y humano.

Dejó claro que el mediador no es juez, ni terapeuta, ni salvador. Es un profesional ético, neutral y responsable, que sostiene el proceso y acompaña a las partes en el camino hacia el acuerdo.

Entre sus ideas más potentes, destaco estas:

  • La neutralidad es una elección consciente, no un estado natural.

  • El acuerdo no es el objetivo; lo es la restauración del diálogo.

  • La ética del mediador es tan importante como su técnica.

  • La mediación no cura conflictos: cura relaciones.

Escucharla es entender que formarse con referentes internacionales no solo amplía competencias, amplía la visión del mundo.

La mediación como fuerza de transformación social

La mediación tiene impacto real y medible:

  • Reduce violencia.

  • Evita estallidos judiciales.

  • Rebaja el desgaste emocional.

  • Ahorra tiempo y dinero.

  • Mejora la convivencia en familias, empresas y comunidades.

No se trata de una herramienta procesal. Se trata de una cultura. Una forma de mirar y relacionarse con el conflicto sin temor.

El rol del mediador: presencia, escucha y humanidad

Ser mediador implica dominar técnicas, sí. Pero implica algo más difícil:

  • Ser presencia estable en medio del caos.

  • Escuchar sin interpretar.

  • Sostener el proceso sin apropiarse del problema.

  • Acompañar sin dirigir.

  • Cuidar sin invadir.

La mediación exige humildad intelectual y fortaleza emocional. Y, sobre todo, un compromiso profundo con algo que va más allá del conflicto: la paz como construcción cotidiana.

Mi reflexión

La mediación no es una opción moderna: es una necesidad fundamental para la convivencia. Frente a sistemas saturados, sociedades crispadas y vínculos frágiles, la mediación ofrece un camino viable, ético y humano.

Pero para que la mediación transforme, necesita mediadores formados, conscientes y comprometidos. Necesita instituciones que confíen en ella. Necesita ciudadanos que comprendan su valor.

Y necesita profesionales que sigan formándose para sostener el diálogo donde otros solo ven ruptura.

Educar para la paz no es una utopía. Es una misión silenciosa que empieza en uno mismo, en la escucha, en la paciencia y en la convicción de que siempre existe un espacio donde las personas pueden volver a encontrarse.

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Maria Lladó Pol

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